martes, 9 de marzo de 2010

Tres tristes tigres


Pablo no veía la hora de llegar al fin a su casa, comer lo que su preciosa esposa le halla preparado, y tirarse a dormir como dios manda, pero, era el peor día para el maldito tráfico, parecía que jamás saldría de ese embotellamiento, no tenía nada mejor que hacer que escuchar música, al menos algo lo apartaba del mundo por unos preciadísimos minutos, eso le bastaba para que una pequeña sonrisa un tanto desdibujada por el cansancio apareciera en su estropeada cara de hombre de negocios estresado. Para completar su estado de bienestar casi pleno (sarcasmo), divisa que el marcador de nafta esta rogando que le den una razón para no darse por vencido, esto borra de su cara cualquier melodía que pudiese estar ayudándole a pasar el rato, tenía que encontrar una estación de servicio rápido, o tendría que caminar hasta casa, si es que sus piecitos hinchados no explotaban en el camino. Al fin cambia el semáforo, habilitan la media calzada que estaba siendo utilizada por un triste motociclista que obviamente había terminado el día peor que él (siempre hay un roto para un descocido, supongo), y sale de la avenida que estaba ocupando hacia unos, muy, largos cuarenta minutos. Se dirigió a la estación mas cercana, rezándole al gran señor en el que tanto se apoyaba siempre en estas ocasiones (el tanque de reserva) no quedarse en el camino, en su descontrolado apuro se topó con un desgraciado perrito color café con el que definitivamente no tuvo un buen comienzo si buscaba una nueva amistad, la pobre criatura quedó tendida en la acera medio destartalada, y fue cuestión de segundos para comenzar a escuchar los gritos, o más bien chillidos, de su desafortunada dueña (señora jubilada hace -quien sabe cuantos- años sin nada mejor que hacer que sacar a pasear a su inquieto animal un martes a las diez de la noche con cinco grados de térmica). –Animal! Inconciente! Psicópata! A la anciana no le alcanzaba la dentadura para menospreciar y maldecir al pobre conductor que ya tenia las ojeras por el piso del hartazgo que le estaba generando una situación contradictoria tras otra. Se baja del auto con su mejor cara de compasión, lo mejor fingida posible, e intenta tranquilizar a la histérica criatura, la anciana obviamente, el perro apenas podría volver a mover la colita en un futuro. –Le pido mil disculpas señora! La verdad no tengo palabras para arreglar esta situación! –Palabras? Pero por favor! Suba a Teodoro (sí, pobre perro ya estaba muerto antes de ser atropellado con ese nombre) a su navecita ultimo modelo de señor feudal y llévelo de inmediato a la veterinaria más cercana! – ¿Me está cargando señora? Apenas podríamos encontrar una farmacia de turno, ¡¿y quiere que la lleve a un veterinario?! Si esta bajo los efectos de algún alucinógeno, o pastillas para el reuma, o lo que sea, no me culpe a mi por favor. –Encima de inconciente, desconsiderado! En mi época me pudiese haber encontrado con un caballero, pero hoy en día, tengo suerte de que no halla seguido de largo con su BM!. Caballero! Por fin una buena, Pablo recordó a su viejo amigo Fernando, el cual vivía a un par de cuadras coincidentemente y era un veterinario de primera, llevo a la insoportable anciana a la casa del susodicho para alegrarle el día, y le pidió por favor que hiciera lo que pudiera, un milagro estaría genial.
Dejó atrás accidentes y viejas drogadas y se dispuso a llegar a la estación, sí, todavía se quedaba sin nafta, el auto medio muerto quedó a seis cuadras del destino, menos mal que ya le había avisado a Ana que se retrazaría! Sino el pobre pollo al espiedo hubiese terminado en su cabeza. Cargó a su amor platónico, sí, el auto, y por fin se dirigió a su casa, no recordaba haber tenido tantos reveses en una misma noche hacia demasiado tiempo. ¿Qué es esto? El humo que divisó calles atrás resultó ser su ahora cocinada casa.
Ana había estado fregando como nunca durante toda la mañana y parte de la tarde al son de la cumbia pasada de moda que Pablo tanto odiaba, después de todo, nunca podría dejar atrás sus humildes raíces en su amada pocilga con su pobre pero amadísima familia. La casa estaba reluciente, algunas cosas hasta parecían haber cambiado de color, realmente se sentía una esposa y ama de casa realizada, y como tal, se merecía su preciado cigarro de media tarde en la hamaca del patio. Lo prendió y dejó que todo su agotamiento se fuera por el espeso hollín que generaba el pequeño tubito blanco carente de filtro, a veces realmente sentía que su vida acabaría por culpa del mismo, pero bueno, como dicen los fumadores ignorantes, de algo hay que morir ¿verdad? Se dejó llevar por el regocijo que le generaba la comodidad y calidez de su situación y terminó por dormirse profundamente. Con su cigarrillo consumido por el tiempo y los ojos pegados se dispuso a entrar en la casa, por mas tapada que estuviera le estaba dando frío ahí afuera, miró su celular, tenía un mensaje de Pablo preguntándole que iban a cenar, y advirtiéndole que quizá se retrase, que raro! Además de tres llamadas perdidas de Jorge, el cadete con el que había estado trampeando últimamente (si, tiernísima perra resultaba ser), al parecer quería verla, se estaba poniendo pesado últimamente, y no era que le molestara pero temía que su incrédulo esposo cayera en aquella situación, eso sí que no podía pasar ni en sus peores pesadillas. En fin, le mando un mensaje invitándolo a su casa, pero obviamente tenía que apresurarse, no sea cosa de que los descubran, mientras tanto iría preparando el pollo al espiedo para su pobre víctima, perdón, esposo.
Unos ínfimos quince minutos después Jorge tocaba a su puerta, lo recibió con un caluroso beso y de canto lo metió a su habitación, no iba a perder el tiempo charlando, como si le importara cuantas entregas había hecho esa tarde! ni que a él le interesara el parloteo, seamos sinceros. Se entregaron a la pasión que tan bien describía su adúltera pero increíblemente placentera relación durante dos hermosas horas, terminada la diversión echó prácticamente a patadas al tan preciado objeto de deseo motorizado. – Dale, cambiate, a esta hora por lo general llega Pablo! – Bueno bueno! ya estoy. Se despidieron rápidamente con un beso y una mutua mirada sentenciosa de que volverían a hacer de las suyas en cualquier momento.
A todo esto, Ana se retarda con su celular, al parecer su afortunado marido se retrazaría fuera de lo normal, que lastima! Podría haberse divertido un rato más. Al entrar en la habitación contigua a la cocina advierte un terrible olor y un densísimo humo (muy distinto al de sus tan preciados cigarrillos) saliendo por los bordes de la puerta de la aludida. Que idiota! Entre tanto jugueteo con el cadete se había olvidado el bendito pollo adentro del horno, antes de poder reaccionar una viga se desprende sobre ella a causa del avanzado incendio, si tan solo estuviese su amado marido para rescatarla! parece que el karma estaba haciendo su ronda diaria.
Le dolía prácticamente todo el cuerpo, no es fácil llevar una vida con dos trabajos casi simultáneos, teniendo que mantener a una familia numerosa que había sido abandonada por el inconciente padre alcohólico, pero bueno, algunos simplemente tienen suerte, otros tienen que ganársela. Jorge, primer hijo de cómo decíamos una numerosísima familia que vivía en una de esas pequeñas villas de emergencia a las que no mucha gente se atrevería a acercarse, había conseguido una motito prestada y comenzado con su trabajo de cadetería en unos tempranos dieciséis años, ya entrado en los veintitantos gozaba de su propio orgullo personal (una zanella totalmente descontinuada) y un par de trabajos estables que lo mantenían a él y los suyos todavía dentro del campo de juego. Luego de realizar un encargo, el cual le había resultado un tanto extraño, un cocker marrón, lo suficientemente inquieto para sacarlo de quicio, en una entrega por encomienda de un pueblito un tanto alejado, a una jubilada por demás mal llevada, casi lo había echado a escobazos por sacarla del televisor justo en medio de la quiniela vespertina, a la que pareció cambiarle mucho la cara al recibir la entrega (pego varios gritos, más bien chillidos, luego de saber de que se trataba el paquete).
Por fin terminada su jornada de trabajo, intentó ubicar a Ana, una cuarentona que se conservaba bastante bien y con la cual pasaba alguna que otra tarde, cuando el marido estaba tapado de trabajo por ejemplo, no le contestó, se habría quedado dormida en la hamaca del patio de su pequeña (sarcasmo) mansión como de costumbre. Ya dirigiéndose a su no tan lujosa pero preciada chocita recibe un mensaje, al parecer tendría una pequeña distracción después de todo, así que cambia el rumbo y se dispone a encontrarse con su ama de casa desesperada.
(Hechos ya narrados) Era comiquísima la forma en que lo echaba de su casa cuando se cumplían las nueve de la noche, pero bueno, la entendía completamente, quien querría perderse esa vida de porcelana, resquebrajada por todos lados, por un cadete que no llegaba a valer cinco pesos ni con su mejor pilcha encima. En fin, ya por el centro camino a su casa comenzó a sentir un ruido extraño que salía del motor de su cariñito, “pedazo de cacharro viejo bueno para nada, mentira Sandri, sabes que te amo” pensaba Jorge para sus adentros, ya cruzando aquella avenida tan transitada el pobre morochito se topa con un camionero que, o era daltónico o estaba muy dormido, y que al parecer no le tuvo mucha piedad ni a el ni a su zanella, pasaba a ser el nuevo ocupante VIP de la media calzada más transitada de la ciudad, con todos esos huesos rotos el dolor que le proporcionaba el cansancio parecía el paraíso en estos momentos, al parecer este cadete veinteañero se retiraría antes de tiempo forzadamente.

3 comentarios:

Paula dijo...

Muy entretenido (aunque había partes que tenía que leer dos veces). Me gustó.

Beso!

Hija de mi madre dijo...

Por putos, que se jodan.
Me gustó che, me gustó.
Te deseo lo mejor para la nueva relación!
Un beso che, te leo.

goyco dijo...

me hiciste leer estoa las 10 am D:
me gusto pero ma maree con algunas partes

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